Este mes, quisimos compartir con ustedes una cifra relacionada a la sustentabilidad y a cómo nosotros, como consumidores, nos relacionamos con ella.
Según el Estudio de Consumo Sustentable, realizado por Fundación Chile y el Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC), 3 de cada 10 consumidores considera que la sustentabilidad es el tercer criterio de compra más importante después del precio y calidad. Una cifra baja si consideramos el panorama actual de nuestro planeta. Por eso, quisimos conversar con Javiera Amengual, psicóloga, experta en consumo sustentable, y creadora de Franca Magazine (plataforma online de moda y estilo de vida slow), para que nos diera su opinión sobre esta cifra y nos guiara en cómo podemos ser consumidores más informados y responsables.
¿Qué opinas sobre esta cifra de consumo?
Me parece que es un tremendo avance. Poco a poco, como consumidores, nos hemos dado cuenta que nuestras decisiones de compra son relevantes para el mercado, y que la relación es bi-dreccional: si los consumidores demandan, las marcas escuchan (o quedan en el camino).
El consumo consciente, así como la tendencia a vivir más éticamente, donde nuestras decisiones diarias no afectan -o lo menos posible- al planeta, las personas y los animales, es una macro tendencia que está presente hace años, pero hoy vemos cómo está permeando fuertemente en la sociedad.
Sin embargo, a pesar de que estas cifras son alentadoras, no podemos olvidar que una de las principales barreras para que la sustentabilidad sea realmente un criterio de compra es la falta de información o la confusión que hay entorno a ella, por eso, desde mi punto de vista, el rol de los medios es fundamental.
Cómo ves que ha evolucionado el comportamiento de compra de las personas estos últimos años?
Creo que ha sido bastante explosivo. Hace 5 años no eran tema preguntas como “¿de dónde viene mi ropa?”, “¿quién la hizo y en qué condiciones?”, o “¿cuál será el material más ecológico, duradero o eficiente para tal o cual uso?”.
Eventos clave como el derrumbe de Rana Plaza y el surgimiento de Fashion Revolution, la cobertura mediática que se ha dado a nuevas voces como Gretha Thunberg, los movimientos estudiantiles, o que hoy en día Chile sea sede de la COP25 manifiestan que, por una parte son cada vez más las personas que piden un cambio, pero también que estos temas se han vuelto mucho más masivos.
Por otra parte, la cultura de consumismo en la que estamos insertos está en crisis: por una parte planetaria ¡no podemos seguir así porque el planeta no da!, pero también a nivel de consumidores, donde cada vez se empieza a privilegiar más la calidad por sobre la cantidad, las experiencias por sobre las cosas y nuevo tipos de modelos de negocios como las economías compartidas. ¿Para qué tener auto si existe Uber?, ¿Para qué tener miles de prendas de un uso si puedo arrendarlas?
Por otra parte, generaciones como la millennials y Z están empujando a las marcas a representar no sólo sus gustos, sino también sus valores y ética, lo cual es una tremenda oportunidad, pero también ¡un tremendo desafío para ellas!
Creo que hoy en día existen consumidores “sustentables” que se han educado en torno a sus decisiones de consumo, pero hoy muchos están genuinamente interesados y no saben muy bien por dónde partir. Ahí es donde, insisto, los medios y las marcas debemos ser responsables de comunicar adecuadamente.
Qué cosas o prácticas podemos hacer para transformarnos en consumidores más conscientes?
Para mí, el mejor punto de partida tiene que ver con la ética personal, es decir preguntarnos ¿qué causa o tema me mueve?, y desde ahí empezar a informarse.
No existen marcas perfectas ni productos que no generen un impacto, pero sí marcas y productos más cercanos a lo que para nosotros como consumidores es relevante, ¿son los animales, el uso de plástico o generación de basura, quizás los derechos humanos o el feminismo? Identificar eso es la mejor forma de empezar a informarnos, de forma acotada y buscando siempre buenas fuentes.
Por último, escuché hace poco a la activista Anna Rose decir “el mejor lugar para partir es donde estás actualmente”, y me parece un increíble consejo. Vamos un paso a la vez, aprendiendo día a día, que al cabo de un año ¡Es mucho! Y si además podemos ir identificando a personas que tienen inquietudes similares a las nuestras y formar comunidad ¡cuánto mejor!
Cómo se están adaptando los mercados a estos cambios, ¿crees que es suficiente?
Creo que falta mucho por hacer, pero no podemos desestimar que han reaccionado a todo lo que está pasando. En el mundo de la moda han habido esfuerzos de grandes marcas por transparentar sus cadenas de valor, por tomar mejores decisiones a la hora de diseñar o escoger materiales, eliminar el uso de pieles o incorporar nuevas tecnologías y materiales.
Sin embargo, hay que hacer mucho más, evaluar el modelo de negocio del fast fashion y cambiarlo radicalmente por uno que sea sostenible a nivel medio ambiental, social y económico. Es un gran desafío, pero yo lo veo con ojos muy muy optimistas.
¿Cómo crees que la sustentabilidad puede “competir” y superar los otros dos criterios? ¿Qué cambios se deben producir?
El relato y la transparencia que hay detrás de un producto creo que es fundamental. Por una parte, permite entender los procesos involucrados en él (oficio, materialidades, saberes, etc) y que justifican ese precio, y por otro, si entiendo de qué está hecho, cómo se elabora y quién también puedo asegurar la calidad que hay en él.
Además, cuando sabemos la historia que hay detrás de una marca o producto podemos realmente involucrarnos e identificarnos con esa labor. Si no sabemos lo que hay detrás de un producto, difícilmente nos importarán “qué tan sustentable” es, pero si comprendemos el impacto medio ambiental y social que hay en él, o los beneficios que genera empieza a importarnos mucho más.
¿En qué debemos fijarnos a la hora de querer elegir productos sustentables?
Como mencionaba anteriormente, va a depender de cuáles son los temas que a cada uno nos mueve, y por otra parte con la usabilidad de ese producto ¿Para qué lo quiero?
Eso nos puede orientar a fijarnos en los materiales (¿sirve para lo que estoy buscando?, ¿qué impacto tiene?, ¿existe alguna alternativa más ecológica en el mercado?), origen (¿dónde se hizo?, ¿cuánto tuvo que viajar para llegar a mí?, ¿podría conseguir una alternativa hecha localmente?), mano de obra (¿quién lo hizo?, ¿en qué condiciones?, ¿puedo saber si hubo un pago justo?), y finalmente…. ¿lo necesito realmente?, ¿puedo pedirlo prestado, arrendarlo o comprarlo de segunda mano?
¿Es más caro comprar sustentable?
En general sí, porque este tipo de productos suelen asumir costos que empresas más grandes y con peores prácticas no transparentan en sus precios finales, como malas condiciones laborales, pobres estándares sanitarios o definitivamente la opacidad de su cadena productiva.
Hoy estamos en un mundo un poco al revés, porque las marcas que “lo hacen bien” deben pagar más para certificar sus prácticas, y aquellas que no lo hacen tan bien operan y generan un impacto que nadie fiscaliza. Sin embargo, creo que eso poco a poco está cambiando.
Por otra parte, cuando entendemos el concepto de costo por uso, esa diferencia de precios podemos entenderla de otra forma. Por ejemplo, quizás una polera es más cara, pero la podré usar muchas más veces, no se romperá, no pasará de moda, y así empezamos a ver la ropa y los objetos como una inversión, y no como una mera compra desechable.
Hoy existen varios productos que permiten una compra más sustentable, como bolsas de tela, frascos de vidrio, bombillas metálicas. ¿Cuál crees que sería un buen “kit” inicial?
Creo que no necesitas nada que actualmente no tengas para poder llevar una vida más sustentable. Al final la sustentabilidad nos invita a repensar la forma en que compramos, no sólo qué compramos.
Para mí no se trata de seguir comprando lo mismo, pero “más sustentable”, sino de repensar qué necesitamos realmente, y que cuando nos veamos frente al deseo de comprar podamos hacerlo de la manera más responsable posible.