El siguiente post fue escrito por Andrea Garderes, periodista y Socia Directora y Consultora Senior en Almabrands y consultora con 15 años de experiencia en estrategia de marcas y propósito, marketing y comunicaciones, diseño estratégico e investigación del consumidor.
La pandemia del covid-19 hizo explotar el trabajo a distancia a una velocidad insospechada y trajo consigo un sinfín de beneficios para poder desenvolvernos laboralmente de manera más ágil, conectada y eficiente. Hoy podemos saltarnos los trayectos y las demoras, reunirnos sin importar la ubicación física de cada uno, y acceder a contenidos más allá de las fronteras que antes parecían inalcanzables.
Sin embargo, la distancia también trajo nuevas preguntas y desafíos, sobre todo en aquellas instancias en las que debemos conectar con otros, inspirarlos con nuestro discurso, ser capaces de ir más allá de la pantalla y llegar a ellos con nuestras ideas como si estuviéramos cara a cara, en el mismo lugar.
En estos más de 7 meses de reuniones a distancia, algunas acotadas y otras multitudinarias, algunas con personas nuevas y otras con nuestro círculo de siempre, algunas sobre temas simples y livianos y otras con contenidos más complejos o conflictivos, hemos entendido que hay nuevas prácticas que podemos aplicar para hacer de nuestras presentaciones una instancia vinculante y efectiva; pero también, que más allá de la plataforma o el medio que usemos, hay claves que se mantienen inalterables.
Lo que no cambia y se mantiene:
– Una buena historia, siempre será una buena historia. Ya sea presencialmente o a distancia, la clave de una buena presentación sigue siendo nuestra capacidad de contar una historia que conecte con las personas, que los envuelva y mantenga sintonizados. Esto podemos lograrlo no sólo desde la elaboración de un discurso atractivo, con ritmo y tiempos dramáticos, sino también desde el contenido adicional de la presentación, ese que nos permite llevar a la audiencia hacia atrás y hacia delante en la historia, recordarles de dónde venimos y anticiparles hacia dónde vamos. Esto, mientras aprovechamos sus propias intervenciones, ejemplos o anécdotas para hacer conexiones que generen empatía.
– Menos es más. Una regla que aplica sea cual sea la plataforma o la forma de presentar. No abusemos del texto, ni de las imágenes, ni de otros recursos gráficos o visuales; recordemos que cada lámina, cada pantalla, cada instancia de nuestra presentación debe construirse idealmente sobre una idea fuerza, buscando un residual en la audiencia.
Tener claridad de la estructura del relato, poder contarlo en ideas simples y bien articuladas sin apoyo visual, es siempre un buen ejercicio previo para asegurarnos de no estar recargando el contenido ni saturando a nuestro público.
Lo que cambia y seguirá cambiando:
– En lo técnico, menos improvisación y más preparación. Las salas de reuniones, las oficinas, los espacios para conferencias, están natural y originalmente pensados para instancias de presentación. Basta con llegar unos minutos antes, probar conexiones y lanzarse. Pero no ocurre lo mismo cuando presentamos desde nuestras casas, desde un espacio público o a través de una plataforma que no conocemos. Por lo mismo, sobre todo a distancia, la preparación es CLAVE.
Definamos previamente dónde vamos a presentar, qué necesidades tenemos respecto del espacio, la luz, el ruido y otros estímulos. Dediquemos tiempo a probar las plataformas y el equipamiento tecnológico, aseguremos que todo funcione antes de exponernos a la audiencia. Y recién ahí, pensemos en presentar.
– Vernos las caras, y si no es posible, tener a alguien que lo haga por nosotros. Ocurre con varias de las plataformas para presentar virtualmente, que al proyectar un contenido, perdemos la posibilidad de ver a nuestra audiencia. Con ello, perdemos también la capacidad de leerlos durante la presentación, de descifrar lo que están sintiendo o pensando a través de sus expresiones, su metalenguaje, sus reacciones corporales.
Lo ideal es contar con un partner, alguien que esté presente y que no sólo pueda ir dándonos pistas de cómo lo estamos haciendo, sino también de identificar necesidades y reacciones de la audiencia, de responder ante una mano levantada o un intento de pregunta. Una buena dupla que sea nuestros ojos mientras lo único que vemos es el contenido de nuestra presentación.
– Por último, ensaya, practica e inténtalo una y otra vez. ¡Encuentra tu sello! Quienes disfrutamos de presentar, de compartir contenido con otros, extrañamos la co-presencialidad, el cara a cara, el “vernos” mientras nos movemos de un lado al otro gesticulando permanentemente.
Estos meses a distancia, han servido para probar, para medir hasta dónde debemos modificar nuestras formas y hábitos de presentación, para descubrir cómo reemplazamos el movernos y usar los espacios frente a la audiencia, el explotar el lenguaje corporal para enfatizar ideas o conceptos.
No ha sido fácil, pero ha sido el camino disponible. Un camino en el que no hay más receta que el ensayo y error. Presentar cuantas veces sea necesario, con equivocaciones y aciertos, hasta que vayamos reencontrándonos con esa comodidad, con esa pasión y ese vértigo que nos genera estar frente a otros compartiendo un relato, una historia, un concepto o una idea, sin importar, las pantallas que haya de por medio.
Cuéntanos, ¿qué tal ha sido tu experiencia presentando a la distancia?