El siguiente post fue escrito por nuestra colaboradora Sofía Alliende, psicóloga educacional a cargo del proyecto de apoyo a las áreas de salud mental e inclusión en la Fundación Astoreca, en conjunto con Margarita Silva, psicoterapeuta de jóvenes y adultos.
La palabra crisis no le resulta ajena a ninguna, y sin embargo, muchas veces nos quedamos con el aspecto negativo del concepto y no nos detenemos en las oportunidades que nos trae, tanto a nivel individual como colectivo.
Hoy estamos atravesando como país distintas crisis – al menos una a nivel global con el covid 19 y otra a nivel nacional desde octubre del año pasado – y no es raro que nos sintamos sobrecogidas. Por eso mismo, las quiero invitar a darle una vuelta a esta palabra que involucra tanto más que un momento de dificultad, y así aprovechar las infinitas posibilidades que acarrea.
Las crisis son elementos naturales dentro del desarrollo. Por un lado, tenemos la noción de evolución como algo suave, fluido y que simplemente ocurre, y por otro, la tendencia del ser humano a buscar conocer, predecir y controlar su medio. A partir de esta dicotomía, se puede entender que nuestra tendencia natural puede generar rigidización en el proceso de evolución, estancándola. Es en estos momentos donde es normal que sobrevengan crisis, como una manera de romper con el estancamiento y permitir que la persona se siga desarrollando.
Esto no quiere decir que las crisis sean fáciles, al contrario, al producir un quiebre en lo conocido generan angustia y una serie de emociones que nos desestabilizan. Una vez que vemos que los caminos que normalmente tomamos para resolver nuestros conflictos ya no nos sirven y nos enfrentamos a la incertidumbre, nos puede invadir la frustración e impotencia. Tendemos, por naturaleza a buscar la estabilidad y la certidumbre, aferrándonos a lo conocido, y una crisis es un lugar de incomodidad. Lo que no podemos olvidar, es que ellas nos ofrecen una tremenda oportunidad para crecer. Subir un peldaño significa pasar por un segundo de inestabilidad, con un pie apoyado sobre el suelo y el otro en el aire, ¿no es así? Sin embargo, sólo así podemos subir la escalera.
No es casualidad lo que se dice respecto a que la solución de un problema nunca está al mismo nivel del problema, sino que hay que elevarse por sobre el nivel que se plantea, lo que permite tomar perspectiva y pensar de manera diferente, creativa.
Básicamente, las crisis son normales en la medida en que nos ayudan a solucionar situaciones cotidianas en nuestro proceso de evolucionar, de cambiar, de movernos hacia delante. Como sociedad también pasamos por diferentes crisis.
Las dos principales crisis que estamos atravesando hoy en Chile nos está afectando desde hace un tiempo, y es esperable que así sea. Aunque ambas crisis son de naturaleza diferente – una a nivel global y en forma de epidemia, y la otra a nivel nacional y acarreando temáticas sociales, económicas y políticas- tienen en común el hecho de que presentan realidades que se escapan de nuestro control, exponiendo nuestra vulnerabilidad en muchos niveles.
Ya hablamos de las emociones de impotencia y frustración, pero también es natural sentir en distintos momentos sorpresa, desconcierto, confusión, miedo e incluso rabia. A esto se suma muchas veces la dificultad para poder reconocer lo que sentimos y por lo que estamos pasando, lo que puede generarnos una angustia que puede ser muy potente e imposibilitante.
Por esto mismo, es muy importante que en tiempos de crisis estemos atentas a nuestros sentimientos, a qué estímulo nos produce qué emoción, ya que saber lo que siento me ayuda a ver qué es lo que me está quedando corto en la manera en que solía hacer las cosas, y qué es lo que tengo que aspirar a mejorar.
Así es como las crisis nos llaman a evolucionar, mostrándonos que tiene que haber un cambio de mirada, de paradigma, porque lo que pensábamos o hacíamos antes ya no nos sirve. ¡Es un llamado al cambio!
Las oportunidades que nos entregan las crisis son infinitas, y es por eso que no debemos tenerles miedo, sino mirarlas con respeto y cariño, para poder aprovecharlas y sacar lo mejor de ellas. Cuando se rompe un huevo, su contenido queda expuesto, ¿cierto? Si hacemos el paralelo con el concepto de crisis a un nivel personal y social, pueden haber respuestas emocionales bruscas o desequilibradas que corresponden a la ruptura, pero también está la posibilidad, bastante literal, de abrirse, de exponerse y de tornarse más receptiva, observante de lo que pasa fuera y de las distintas vías para solucionar cualquiera sea el conflicto. Además, se libera todo aquello que estaba embotellado, y así soltamos emociones, rabias, tensiones y energías guardadas y que ya no nos nutren.
Junto con todo esto nace de forma natural la necesidad de compartir con otros, de buscar contención mutua, de generar relaciones, vínculos. ¡Estas son tremendas oportunidades! Si pensamos en la cuarentena, de manera muy concreta estamos experimentando la oportunidad de vivir nuevas experiencias en lo más cotidiano con el otro, con la familia, la pareja y los hijos que nos permite conocernos realmente y que nos entrega además la posibilidad de conocernos mejor a nosotros mismos.
En China, la palabra crisis se escribe con dos ideogramas: el de peligro y el de oportunidad. Son dos caras de la misma moneda, inseparables entre sí. Así mismo, debemos dejar de ver las crisis como momentos únicamente negativos, y reconocer en ellas su naturaleza de posibilidad infinita.
Sin estos momentos, la vida carecería de desafíos, sería absolutamente plana y nos quedaríamos en lo conocido y cómodo dejando pasar las oportunidades de desarrollo que se nos presentan – a veces de manera abrupta-. Las crisis nos abren muchas puertas, y depende de nosotros cuál es la que queremos cruzar, por lo que es importante tomar una posición y saber qué hacer con nuestro tiempo en estos momentos tan importantes.
Puede que a muchas nos pase que al escuchar la indicación de quedarse en casa, nos imaginamos un sinfín de actividades, de pendientes y tengamos una extraña y reconfortante sensación de liberación, pero la verdad es que en la práctica hacemos muy pocas de esas cosas que nos habíamos propuesto. En este sentido, esta crisis que atravesamos nos plantea un desafío no trivial de preguntarnos realmente qué queremos hacer con nuestro tiempo.
Es sumamente importante detenernos en que aprovechar el tiempo no implica hacer cosas. Más bien tiene que ver con adoptar una postura bastante en la línea del mindfulness, por así decirlo, de estar presente, de percibir, de sentir, de darse espacio para lo que realmente queremos hacer.
El psicoanalista Eric Berne dice que dentro de las cosas fundamentales de la vida del ser humano está la manera en que estructura su tiempo. Así, o lo hacemos funcionar para cada una de nosotras y lo usamos a nuestro favor, o lo sentimos como una restricción, un yugo. Por eso es que este tema no es trivial, en la estructuración de nuestro tiempo se juega la estructura de nuestra vida. ¿Qué mejor que acostarnos en la noche sintiendo que fue un día bien aprovechado, un buen día?
Tomemos este tiempo como lo que es, un momento de quiebre, de incertidumbre, de frustración, pero también de esperanza, de vida, de espacio para reformular y reformularnos. Démosle la vuelta a las crisis.