Muchas veces amarrarse a la carrera que decidimos estudiar a los 18 años puede sentirse como una “presión fantasma”; y el miedo a cambiar el rumbo profesional va incrementando a medida que pasa el tiempo. En el post de hoy, la periodista y audiovisual de nuestra Guía de Profeisonales, Carola Zúñiga nos cuenta su experiencia reinventándose ad portas de cumplir 40 años. Una linda experiencia que las invitamos a leer y esperamos que les sea útil si se encuentran en una situación similar.
Instagram: @carozunigac
Desde que era niña quise estudiar periodismo, sabía que no quería ser reportera de prensa ni perseguir a autoridades o famosos detrás de un micrófono, pero siempre supe que esa sería mi carrera, sentía que me abriría a un mundo de posibilidades y que en el camino encontraría mi lugar desde donde aportar al mundo y así fue. Trabajé muchos años en TV y ahí me desarrollé como productora ejecutiva…Hasta que a mis 37 vi que la vida que llevaba era incompatible con la manera en la que quería vivir una nueva etapa: la maternidad.
Sentí que le había dedicado suficientes años a mi carrera profesional y que hasta donde había llegado, me quedaba satisfecha. ¿Podría haber seguido creciendo? Claro que sí, pero no tenía más ambiciones. La TV pasaba por un momento difícil y sentía que los contenidos que a mí me interesaban ya no eran aporte. Pero además, mi verdadero interés se había enfocado en “trabajar” otras áreas de mi vida.
Fue un cambio radical, a la par de buscar a mi primer hijo, busqué una manera de vivir el embarazo de manera consciente, con mis tiempos (nuestros tiempos) y creé mi propia productora de contenidos audiovisuales y me fue excelente el primer año, vi cómo muchísimas organizaciones, empresas, clubes deportivos, etc. tenían montón de “dolores”, crisis, necesidades de comunicarse con sus clientes, stakeholders, etc. y desde ahí vi que podía ser aporte -pese a que los videos eran pensados como soluciones marketeras y tocaban tangencialmente las crisis más profundas-.
Sin embargo al poco andar, eso no me fue suficiente. No me imaginaba a los 50 años trasladando cámaras, lentes y equipos, en general de mucho cuidado y mucho peso. Me di cuenta que el periodismo y el audiovisual habían sido parte de un ciclo en la vida y que quería probarme en otra cosa completamente distinta, acorde con el momento de vida.
Pensé ¿por qué tengo que ser periodista toda la vida? ¿Por qué no -ad portas de los 40- puedo decidir vivir una segunda y renovada vida? La idea me rondaba en la cabeza y buscaba en internet cuestionarios que me ayudaran a responder qué era lo que quería ser en el futuro, ¿se han hecho esa pregunta? Es realmente angustiante. Sabía que quería y necesitaba un cambio, pero no tenía claro sobre lo que quería dedicarme, era como volver a los 17.
La respuesta llegó con el tiempo. Mi marido se había certificado como Coach Ontológico, algo que me sonaba a venta de pomada, pero en mi afán de acompañarlo, viví procesos donde fui experimentando lo que es hacerse “preguntas poderosas” (vitales para un coach y ¡para todos!). Acompañándolo e interesándome en su proceso, mejoré muchas de mis relaciones cercanas, indudablemente con mi pareja y socio tuvimos por primera vez herramientas para llevar adelante nuestra relación cruzada por lo sentimental y el trabajo. Fue como si me hubiesen dado la varita mágica de cómo comunicarnos en cada área y espacio. Se me abrió un mundo y descubrí que a partir del coaching era posible acompañar a otros en procesos de aprendizaje y era una manera real, de aportar mucho más en una sociedad que cada vez acotaba la comunicación y el lenguaje a las RRSS, y que no se daba espacio para las emociones y el cuerpo, dejando a un lado la coherencia.
Me puse a estudiar coaching organizacional, para aportar a personas que tuvieran quiebres profesionales, que lo pasan mal en la pega pese a que aman lo que hacen. Pero durante el proceso viví la triste experiencia de la pérdida de mi segundo embarazo. Una situación dolorosa, de la que podría escribir mucho, pero que para este post, sólo recojo que me llevó -a través del dolor y el tiempo- a encontrar agradecimiento y “regalos”.
Después de esa experiencia nos atrevimos a pensar que algo que habíamos comentado varias veces teníamos que tomárnoslo en serio y definimos que nuestra segunda y renovada vida sería acompañar a otras parejas. No lo pensamos desde las parejas que estuvieran en quiebre o en situaciones, si no simplemente desde la mirada de que los seres vivos estamos en constante cambio y la vida no siempre es tal cual la planificamos, por lo que nuestras relaciones siempre están expuestas a esos vaivenes y requieren un esfuerzo cotidiano. Muchas veces simplemente comunicarnos nos es complejo y requiere un espacio.
Me había dado permiso para cambiar el rumbo y partir otra vez de cero, para reinventarme a una edad donde lo lógico es seguir la carrera que iniciaste, de manera consolidada, donde supuestamente vives los frutos de lo construido, en vez de estar estudiando y permitiéndote una segunda oportunidad para elegir quién quieres ser el resto de tu vida. No sabía que las experiencias de la vida me empujarían también a eso.