Desde 2014, año en que Wash United lo instauró, cada 28 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Higiene Menstrual con el objetivo de romper los estigmas y tabúes en torno a la menstruación en el mundo.
Justamente sobre esto —menstruación, tabúes, estigmas, mitos, educación e higiene menstrual y más— conversamos con Sofía Larraguibel (25), líder nacional de Girl Up —una iniciativa de la ONU que busca el desarrollo del liderazgo centrada en las niñas—, activista por los derechos menstruales, presidenta del Consejo de la Sociedad Civil (COSOC) del Instituto de las Juventudes y participante del COSOC del Ministerio de Desarrollo Social y Familia. También es coautora de la investigación Menstruación en América Latina: Avances desde una perspectiva del desarrollo sostenible.
—¿Cómo ves la higiene y salud menstrual en el contexto chileno?
—Es bastante interesante porque si bien tenemos muchas organizaciones, proyectos e iniciativas que hablan de salud menstrual, higiene menstrual, pobreza menstrual y educación menstrual, son proyectos que tienen cierto límite de funcionar porque es un tema que culturalmente no se habla a viva voz, de una manera más libre, sino que se usan eufemismos o metáforas o lenguajes ocultos. Entonces estas organizaciones tienen ese obstáculo cultural para hablarlo y obviamente de recursos y el Estado no necesariamente le está poniendo la atención que requiere. Tenemos todas estas organizaciones grandes y pequeñas, asociaciones de profesionales, incluso pymes que se dedican a hablar de temas de menstruación, pero la sociedad o la cultura chilena no está necesariamente abriendo el espacio para ello. Y estamos en un momento crucial dentro del país para ver cómo vamos a tratar este tema porque está todo el movimiento histórico, están las ganas, entonces tiene que abrirse este límite de este núcleo de personas que ya lo hablamos y pasar a hacerse parte de la cultura, más abierto.
—¿Cómo educar sobre higiene y salud menstrual y hablar sobre esto tan fundamental? ¿Dónde debe empezar y cuáles son los obstáculos?
—Ahí yo tengo un ejemplo bien personal. A mí siempre se me dijo que iba a tener mi primera menstruación a los 11 años más o menos, porque a mi abuela le pasó, a mi hermana, mis tías, mi mamá, todas. Entonces con mi mamá, que es enfermera y tiene esta cercanía y esta facilidad con los temas de salud, hicimos un kit. Me acuerdo que era de estos bolsitos transparentes que tenía toallitas y calzones. Después me di cuenta de que eso fue una cosa muy extraña porque para mí era como "yo tengo que tener esto porque me va a pasar y es normal". Pero luego, cuando me sucedió y lo empecé a integrar a mi vida, era algo que era súper privado, como que no lo debería hablar y yo lo tengo que dejar para mí solamente. Entonces, ese es un gran tema: hablarlo con las infancias antes de que suceda porque es una cosa que igual se vive en comunidad. Parte a cierta edad y continúa y continúa en la adolescencia, las últimas personas les debería estar bajando a los 16, incluso 17 años. Entonces en temas de higiene eso es lo primero: educación. Lo segundo, que es un tema bien terrible, es el acceso al agua. Por ejemplo, hay una experiencia bastante interesante de una chica de 17 años que vivía en una zona de sacrificio si no me equivoco, y no tenían agua, no tenían acceso al agua porque estaba contaminada, entonces ella cuando sabía que le iba a llegar su menstruación era una cuestión así como "¿y qué hago ahora?". Imagínate toda la gente que tiene que vivir de camiones aljibe, que no tiene acceso al agua o que tiene acceso a agua contaminada o vive en campamentos y no tiene agua en cañerías, no tiene la infraestructura del agua, eso ya es un tema gigante. El espacio para cambiarte lo que estés usando también es importante. Dónde está ese espacio seguro, cómodo.
—Las emociones que más se repiten entre las niñas cuando reciben la menarquia son vergüenza y miedo y esa vergüenza, probablemente en menor medida, nos sigue acompañando a lo largo de la vida cuando estamos menstruando, justamente por ser un tema del que no se habla…
—Sí, aquí hay varias cosas. Están los tabúes, que el mundo te dice que es una cuestión que es cochina, que es incómoda, que te tiene que dar vergüenza, que no la tienes que hablar, que es tuya, que es privada, y eso, además de cargarte con esta emocionalidad de la vergüenza, también es peligroso para tu salud. Porque a veces hay cierto rango que tiene que durar tu ciclo de sangrado y cierto rango que tiene que durar tu ciclo total, pero no todas saben eso. Entonces hay gente que, por ejemplo los dolores, uno dice como "ah, me tiene que doler, es normal que yo me quede un día entero en cama por el dolor", pero como no tenemos esta educación y no tenemos estos espacios seguros para conversarlos con otras personas, no nos damos cuenta de que probablemente podemos tener una patología relacionada a la menstruación. No deberías estar dejando de hacer tus cosas cotidianas por la menstruación. Puedes tener una molestia, ciertos calambres, estar más lenta, pero no te debería impedir moverte o salir de tu casa. Entonces si es que no hablo eso por ejemplo con una amiga, no me doy cuenta, y no lo hablo porque se me dice que es una cuestión de la que sola me tengo que hacer cargo. Esos sentimientos son naturales en un principio, porque uno no puede controlar lo que siente, pero la sociedad de a poco tiene que empezarte a mostrar que tienes que conversarlo, que tienes que reflexionarlo con alguien. No tienes que tener a cien personas escuchándote, pero tiene que haber una conversación respecto al tema.
—Según una encuesta de Kotex y Cadem realizada en 2023 a mujeres de entre 16 y 29 años, un 63% de las encuestadas contestó que la menstruación no es un tema tabú hoy día. Sin embargo, hay una sensación generalizada de que sí lo sigue siendo. ¿Están las nuevas generaciones derribando estigmas y tabúes? ¿Cómo ves que ha progresado el tema?
—Es súper interesante esa muestra. Entre persona menstruante y persona menstruante obviamente que lo hablamos. Obviamente que cuando estamos en el baño decimos "estamos con la regla", pero en la sociedad no necesariamente es así. Entonces es un tema de la persona a la que le sucede, que es la mitad de la población, y lo que dices de la generación. Todas las generaciones avanzan en ciertas temáticas. Cada generación joven tiene su tema en el cual tiene como que pelearla con la generación más vieja. En este caso, el feminismo en general —que a quien le guste y a quien no le guste está bien— nos tocó con la cuarta ola, por lo menos a nuestra generación, entonces todas las temáticas que tienen que ver con la diversidad y expresión de género, la diversidad y la expresión sexual, los derechos sexuales y reproductivos, son temáticas son súper generales, abiertas y amplias, en las cuales la nueva generación está siendo más abierta de conversar. Porque yo no generalizaría en que todas las personas jóvenes les gusta hablar de esto, no necesariamente, pero sí está como caracterizada esta nueva conversación por una nueva generación. Entonces, claro, se siente el progreso porque más personas lo estamos hablando, pero no las suficientes para que haya un cambio impactante en la cultura.
—¿Cómo abrir la conversación y avanzar culturalmente? ¿Cómo cambiar los niveles de desinformación y desconocimiento en mujeres y hombres a nivel macro?
—Ahí pasan varias cosas interesantes. Por ejemplo, dentro de esta Red Nacional por los Derechos Menstruales que articulamos y se compone por más de 50 organizaciones, profesionales, activistas, educadores e incluso legisladores, hemos tenido conversaciones con profesionales de la psicología y se les hace esa misma pregunta. Lo que más nos han dicho es que se aproveche la curiosidad de las niñeces. Porque obviamente algo van a ver, algo van a escuchar, entonces en vez de inmediatamente restringirles o decirles "eso no lo puedes hablar" o "¿dónde escucharte eso?", incluso hacerles más preguntas de por qué les llama la atención. Si te muestran una toallita y te preguntan “¿qué es esto?”, entonces decirles “¿dónde la encontraste?” o “¿por qué te llamó la atención?”. No cargarles el tabú inmediatamente, sino que responderles las preguntas de la manera más natural posible sin ponerle este peso de que es algo de lo que no pueden hablar. Por supuesto tiene que tener marcos de respeto: no todo el mundo quiere hablar de su menstruación, y eso también está bien, pero que las personas sepan que esto existe. Entonces partir por las niñeces es muy interesante, que sepan de su menstruación más allá de una clase de biología que te dice "este es el ciclo menstrual y este es el óvulo y este es el útero y listo". Que se haga toda la sociedad parte de esto porque es parte también del ciclo de la vida. Y es muy extraño que un proceso tan común esté debajo de la alfombra. Es como si fuese secreto que la gente orina, es una cuestión muy extraña. Es partir por darle su nombre, dejar de decirle el Andrés, la regla, que estoy enferma, que estoy indispuesta; estoy menstruando. Y así se llama y punto. Y si tú quieres hablar más de eso bien y si no también, pero llamarle como se debe. Nombrarlo.
—Los mitos sobre la menstruación desinforman y perpetúan el estigma, ¿por qué son tan dañinos para el progreso y cómo hacerles frente?
—Son un obstáculo. Tú puedes tener harta conversación, puedes avanzar, puedes informarte, pero siempre te vas a topar con un muro que te dice ciertas cosas. Y estos estigmas son súper relevantes porque pueden tener el rango de mito urbano, que nadie tiene idea de dónde salió, o pueden tener una relevancia muy importante para la vida de una persona que menstrua. Por ejemplo, que viva dentro de una cultura, etnia o religión que tenga ciertas reglas relacionadas a la menstruación. Entonces, cómo tú convalidas tu vida y tus intereses con el respeto hacia tu espiritualidad o tu religión o tu cultura, si tu cultura te dice que no puedes estar en ciertos espacios y no puedes hacer ciertas cosas porque estás menstruando. Entonces cómo balanceamos esa comunicación para no faltarle el respeto a eso y al mismo tiempo proteger los derechos y los espacios de esa persona. Es muy amplio el rango de mitos, de estigmas, de tabúes y eso se transforma, y esto es un dato de Unicef, en que la menstruación es un fenómeno de reducción de oportunidades para niñas y mujeres. Por eso son tantos factores y es un tema tan gigante, porque estos mismos mitos o tabúes, están dentro de este fenómeno de reducción de oportunidades. Se suman a que hay una falta de acceso a los insumos de higiene menstrual por temas de economía doméstica, falta de recursos, también se suma la falta de educación, se suma los temas de salud de los dolores... muchas niñas dejan de ir al colegio porque les duele mucho o porque no tienen insumos de gestión menstrual, entonces es un abanico tan gigante de obstáculos en los cuales estos estigmas ya son la última gota que rebalsa el vaso y se carga no solamente de estos problemas concretos que tú sabes que te cuesta pagar por algo, sino que además la sociedad te dice que eres cochina, eres fea, eres emocional, eres enojona. Es una carga emocional y psicológica muy fuerte.
—Kotex formó una alianza con Girl Up, con la cual han trabajado en distintos proyectos para eliminar los estigmas asociados a la menstruación. Iniciativas como estas son importantes para visibilizar. ¿Qué tan importante se vuelve ese concepto: visibilizar?
—Lo que no se nombra, no existe. Esa es nuestra idea. Nosotras como Girl Up o Kotex no nos podemos hacer cargo de todos los problemas en torno a la menstruación, pero sí podemos apoyar en hablarlo. El primer paso es decir que existe. El primer paso es ponerle nombre, es decirle como se llama: menstruación. Eso ya te cambia absolutamente el paradigma. El puro hecho de hablarlo crea esta tensión, esta incomodidad e incluso curiosidad y eso ya nos ayuda a que la gente empiece a pedir más información, a decir "sí, a mí también me pasa" o "mi amiga necesita esta ayuda”. Cuando Kotex empieza a hacer campañas en las que expone de manera real el tema y lo expone no necesariamente como ni algo bueno ni malo, nos ayuda a tener un espacio seguro de comentarlo.
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